Por encima de todo se trata de un emblema y de un certificado de defunción: la víctima, un género; el firmante, un director que para esas fechas ya era el mejor forense de Hollywood: John Huston. Como si lo previera, fue también la última película de Marilyn y Gable, ambos en la intuición del último acto, del último suspiro, porque a la biografía de los perdedores el director añade la parábola terrible de una despedida. Paisaje y personas aparecen envueltas en un único destino. La derrota, definitivamente, ha sido asumida.
La Monroe nunca antes había trabajado cara a cara con su vulnerabilidad; así la película actúa como un desapacible elemento de psicodrama, descubriéndonos por primera vez a una actriz a años luz del estereotipo de rubia atómica y sexual. Clark Gable se enamora y Montgomery Clift está particularmente cómodo en el papel de jinete de rodeo en conflicto con su madre. Filmada en el estado de Nevada, fueron sonados los retrasos en los rodajes por culpa de los constantes desórdenes emocionales de una Norma Jean en horas bajas.
Según Arthur Miller (autor del guión): Marilyn era el cine, era imagen, era uno de esos amaneceres en los cuales nos bañamos de fuego y pasión, quedando marcados de por vida, pero el dolor de esa corona de espinas de nuestra rutinaria vida fue tan placentero... Siempre el brillo del mismo fuego puede cegarnos de forma que a veces impide que veamos más allá de las mismas llamas. Es una lástima porque en ese mismo resplandor está el sentido de la vida, y como auténticos misfits continuamos perdidos en nuestras miserias.
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The Misfits (USA, 1961).
Director: John Juston. Intérpretes: Clark
Gable, Marilyn Monroe, Montgomery Cliff.
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